En la libreta que tiene en la mesa del televisor Eduardo Rivero anota las fechas del agua: cuando llueve, cuando llega la pipa, cuando compra porque se le acabó la de los tanques.
La última vez que tuvo que comprarla fue esta mañana, porque hace tres días la pipa abasteció unas cuantas casas y no la suya, que queda a un costado de la carretera, casi donde acaba el Diez de Mella, un pueblo fantasmal donde casi todo el mundo es campesino; donde los campesinos están sentados esperando la lluvia para que crezcan las plantaciones.
Eduardo anota: “9 de junio, el aguatero me llenó los tres tanques”. El aguatero tiene un buey con carretón y vende agua del río Bayate, que está a un kilómetro: cinco pesos el tanque. Si el río está nivelado el agua es buena, pero hace meses arreció la seca y el aguatero tuvo que recoger a ras de la tierra, vender esa agua turbia. “Gracias a él resolvemos”, dice Eduardo, y que la última vez que cogió en la pipa fue hace tres semanas.
Dos días antes había entrado agua misteriosamente a las cañerías. Hacía tanto tiempo que no entraba que la gente tuvo que salir rápido a corregir salideros que nadie recordaba, o que nadie sabía que existían. Al día siguiente, nada. Hasta entonces siempre les habían dicho que la turbina del central Julio Antonio Mella, de la que dependen, no tiene suficiente potencia para bombear hasta allí.
—Yo hablé con la presidenta del Poder Popular del municipio porque me preocupa esta situación: este pueblo no tiene la atención que merece.
Por 22 años, hasta 2011, Eduardo fue delegado del Diez de Mella. Propuso que instalaran un tanque colectivo y le dijeron que sí, pero hasta hoy no han puesto el tanque; propuso abrir un pozo –uno común, no de esos privados que abren en los patios– y no había materiales; propuso alternar el agua, 24 horas para cada barrio, pero no había buenas tuberías para tanto abre y cierra.
Ahora, con 77 años y una chequera de 270 pesos que casi gasta en agua, anota todo por si alguien quiere atender sus planteamientos, tiene un huerto que casi nunca rinde porque casi nunca llueve, y cuando puede les cuenta a los jóvenes el trabajo que pasaba antes del triunfo de la Revolución.