Hace demasiado tiempo que Reinaldo Mestre hubiese querido sembrar café o plátanos en su parcela, pero le dijeron que no lo hiciera. Y no lo hizo, porque allá, justo donde tiene sus cultivos, debía correr la mayor vía de transporte de la Isla.

Reinaldo llegó en 1981 a El Socorro, uno de los asentamientos a la orilla de la Carretera Central, entre los poblados de Songo y La Maya, en Santiago de Cuba; cuando el sueño de la gran Autopista Nacional A1 –que uniría Cuba– aún estaba en marcha.

Pero a inicios de los noventa y tras el derrumbe del socialismo en Europa, Cuba tuvo que paralizar la construcción de la A1, y en El Socorro se entregaron parcelas a los campesinos para que no estuvieran ociosas, para que pudieran producir comida en medio de la crisis económica que vivió el país. Una de esas parcelas la recibió Reinaldo.

Por entonces les dijeron que la ubicación sería temporal, hasta que se reanudaran los trabajos constructivos. Y como la noticia podría llegar de un momento a otro, no debían sembrar cultivos que demoraran en cosecharse, como el café. Al menos eso le dijeron entonces y Reinaldo, obediente, siguió las instrucciones.

Lo temporal se ha extendido y la punta de la carretera inconclusa sigue en el mismo sitio en el que paró hace casi treinta años: a unos 12 kilómetros de Songo. En todo ese tiempo, en el campito que depende totalmente de la lluvia, sin sistemas de regadío y sin agua para hacerlos funcionar, Reinaldo se ha resignado a esperar y a soñar con una plantación de café. Esperando se le ha ido la vida.

Hoy, con 85 cumplidos, un riñón de menos y una chequera de 200 pesos, Reinaldo sigue en El Socorro; en la misma parcelita que a veces no produce lo suficiente como para vender; en la misma casa de madera, techos de teja y piso de tierra hasta donde no llega el agua corriente.

Lejos de allí, el sueño inacabado de la Autopista Nacional es apenas una línea en los mapas, un proyecto de prosperidad no concretado en cuyo nombre Reinaldo puso sus sueños en cola.