Yasmani Miguel Cardona tiene 29 años y ha pasado más de la mitad de su vida pastoreando animales cerca de la carretera que conecta la ciudad de Santiago de Cuba con el municipio Guamá, en la costa sur del oriente cubano. Un mal sitio para la ganadería y la siembra, porque allí el agua escasea. Mucho. Tanto que en 2017 Yasmani perdió 27 chivos. En parte porque no aguantaron la sequía, y porque se los comieron los perros.

Él no nació en una familia de ganaderos, pero esa es la única vida que conoce desde que era un adolescente. Al principio tuvo carneros que luego cambió por chivos, porque en la costa la sequía no deja crecer la yerba y los carneros solo comen de piso, mientras los chivos se paran en sus patas traseras para alcanzar las hojas de arbustos si de eso depende su comida.

En una de las zonas más secas de Cuba, pequeñas diferencias como esas deciden la prosperidad de un rebaño y la de su pastor.

Sin tierras propias donde sembrar forraje, durante la sequía Yasmani tenía que alejarse hasta cuatro kilómetros de su casa, en dirección a las montañas, si quería que los animales pastaran. Por cinco horas salía –sale aún– con sus chivos y no se separaba de ellos, porque allí, además de la seca y los perros, los ladrones de animales son otra plaga para los pastores.

Parte de su rutina diaria también es ordeñar las chivas a las 6:00 a.m., porque una hora después pasará el lechero de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) 4 de Abril, quien le hará un vale por la cantidad de leche entregada. Al final de mes, con esos vales en la mano, la CCS le pagará cinco pesos por cada litro producido.

Yasmani, si bien los años de experiencia le han permitido estabilizar su rebaño, quiere crecer. Aunque aún no está en sus manos, hace dos años solicitó una caballería de tierra para criar ganado mayor, un sitio donde antes hubo una instalación ganadera del Estado. “No es como otra gente que recibe ya la tierra y los animales en herencia. A mí me tocará empezar desde cero”, dice. Ello implica limpiar una caballería infestada de marabú, reparar las instalaciones, cercar el terreno y comprar los animales.

Tendrá que sacrificarse duro, lo sabe. Pero también está seguro de que valdrá la pena. En una familia sin tradición en este tema, Yasmani está dispuesto a ser el primer ganadero.